Hace unos meses recibí una invitación de mi universidad (Universidad Carlos III de Madrid aka UC3M) para dar una charla sobre orientación y empleo a estudiantes de últimos cursos.
La agenda consistía en contar mi experiencia profesional, así que para hacerlo ameno preparé unas slides. Tras quince minutos de charla, empiezan las preguntas:
¿Cómo conseguiste trabajar en Amazon?
Quiero dejar las oposiciones (llevo ya 4 años) e incorporarme al mundo laboral; aunque mi red de contactos esté oxidada ¿qué opciones tengo de entrar en una tech?
¿Tengo que saber chino para trabajar en Alibaba?
Llevo un año trabajando en un sector muy tradicional, ¿encajaría en Google?
¿Es difícil el proceso de selección?
¿Qué haces realmente en tu día a día?
Estudio un grado en matemáticas, ¿podré entrar alguna vez en una empresa tech?
La charla se prolonga más de lo esperado, y al cerrar Zoom vuelvo a darme cuenta de la desconexión tan fuerte que existe entre el mundo de la formación y el de la vida real. Sin duda un gran reto, aderezado por la comprensible inexperiencia profesional de estudiantes de 21 y 22 años y unas perspectivas nada alentadoras en lo que al mercado laboral se refiere. Becas mal pagadas y paro juvenil disparado. Una fiesta.
Aquella charla me hizo pensar en la utilidad de compartir no sólo mi propia experiencia laboral (Amazon y Alibaba), sino también analizar el camino recorrido. Si miro a mi alrededor, amigos y antiguos compañeros ahora desempeñan diversos roles en Google, Facebook, Microsoft, Netflix, Uber, Cabify, Airbnb, Alibaba, WeWork, Spotify, Mercado Libre o Glovo. Cuando estudiaba en la universidad, no conocía a nadie en estas empresas.
El telón de fondo de este camino van a ser esencialmente este tipo de empresas de base tecnológica (a partir de ahora, techs). Con esto no quiero decir que trabajar en una empresa de producción de leche, un astillero o una relojería sea menos cool o no vaya a significar un impulso a tu carrera. Ni mucho menos. De hecho, te invito a que sigas leyendo porque seguro que aprenderás metodologías y herramientas que incrementarán tus opciones de conseguir entrar en ese proyecto o empresa que tanto deseas.
Pero es en el ecosistema tech donde puedo aportar más valor dada mi experiencia (he sido contratado y me ha tocado también contratar), mi networking, y por el interés que suscitan las grandes –y no tan grandes– techs.
Solamente con revisar las 10 empresas con mayor capitalización bursátil tenemos, de mayor a menor: Apple, Microsoft, Saudi Aramco (petróleo), Amazon, Alphabet (Google), Facebook, Tencent (tech china), Tesla, Alibaba (tech china) y Berkshire Hathaway (conglomerado). Ocho de diez son techs. Disclaimer: ojo que esta lista está vivita y coleando.
Sin ponernos exquisitos con la definición exacta de compañía tech, porque entonces tendríamos que escribir una precuela, otros rankings como la de BCG, Brandz o medios generalistas y especializados terminan la definición por nosotros, por la enorme repercusión que tienen estas marcas a nivel mundial o a nivel más regional (Glovo, Cabify, Rappi).
Vienen cargadas de buenos salarios, acciones o participaciones, y recompensas a las que no acostumbran las pymes u organizaciones de sectores más tradicionales. La marca y el prestigio iluminarán tu CV y harán destacar tu perfil de LinkedIn.
Pero trabajar en una tecnológica no es fácil. Es salvaje, una jungla de oro donde el suelo quema y sólo existen dos vías: hacia arriba o hacia afuera. Siempre hay que correr. La velocidad y el talento son una parte importante del éxito en este tipo de empresas. Las reglas pueden estar escritas en inglés, en francés o en chino, pero sus metodologías, estructuras y ambición, son universales.